Juré que esta sería nuestra última noche
que ya nunca más vendrías a mi casa
a completar tu ego y a olvidar los pecios
en los rincones de mi lecho.
Prometí que ya no haría más poemas
a la tiranía de tus
labios, que tus besos
no serían más que espinas en mi boca
y que tu piel de fuego
se quemaría para siempre en el olvido.
Creí que esta sería la última vez
que vendrías a saciarte en este cuerpo
derrotado por el tiempo
que ya nunca más te llevarías
el deseo de mis manos ciñendo tus caderas
y que por fin mi mente
se olvidaría para siempre de tu sexo.
Creí estar seguro de mi mismo
y de repente, cuando llega la hora decisiva,
te escucho decir de forma entrecortada:
“mi corazón se abre
con tu voz.”
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