A veces el Amor se refugia en lugares ocultos, en sitios secretos que sólo conocen los amantes. Estos lugares son los más inesperados; parques cercanos a nuestra casa, un coche oculto en un parking o incluso un simple cruce de miradas prolongado a través de los años en lugares públicos y concurridos.
Estos momentos secretos muchas veces acaban convirtiéndose en amores prolongados y maravillosos, que cuando se intenta llegar a mayores acaban fracasando por su fragilidad. Son precisamente en estos momentos furtivos en los que me he inspirado para componer este video-poema que espero que os haya gustado.
Por cierto, para todos aquell@s que os preocupáis por la carga autobiográfica que tienen mis poemas, he de enorgullecerme o tal vez arrepentirme de estar viviendo ahora mismo, un momento cómo el que se describe en este poema que por supuesto no sería poema si no lo leyera la persona para la cual lo he compuesto.
Seguidamente os dejo la letra del poema, pues tal vez alguien quiera leerlo o declamarlo con otra voz o otro grado más profundo de rapsodia, digo esto para mis amigos portugueses de Facebook, excelentes poetas, maravillosos declamadores de voces graves y armoniosas, un fuerte ABRAZO para tod@s.
LETRA:
He venido esta noche a esperarte cómo
tantas otras, me he sentado en el banco de siempre, el que sólo tú y yo
sabemos, el que está escondido entre los arboles y se divisa el lago. Me he sentado en él y un escalofrío ha
recorrido mi cuerpo por temor a que no vinieras.
Ha sido un momento amargo, incierto,
de duda insoportable, sin quererlo yo, se ha apoderado de mí el miedo a no
volver a verte, el temor a que no aparecieras lentamente entre los árboles que
acostumbras. Ha sido un temor insólito de pedida absoluta y es que no sé nada de ti, ni cómo te llamas, ni en qué
calle vives, si tienes pareja o incluso algún hijo, fruto de un amor feliz y duradero. Nunca me hicieron falta
estas repuestas, pero ahora en este preciso instante, en el que no acabas de
llegar, necesito saberlas de una forma perentoria.
Después de tantos años quedando a la
hora justa en el reloj de los instintos, en este mismo parque del mismo barrio dónde
vivimos, en el mismo sitio, idílico, casi inventado por nosotros para estos
encuentros ocultos y furtivos, me pregunto: “¿qué
he conseguido teniéndote?, si no vinieras esta noche… no tendría nada, no
sabría dónde buscarte… ¿a quién preguntaría por ti? o ¿cómo podría saber qué es lo que te ha pasado?...”
¡Ay!... aparta dolor de esta noche de
gozo que ya diviso su cuerpo entre la bruma… tu paso certero y seguro, sin
mirar atrás, desvanece las dudas malditas de mi cabeza.
“Llevo esperándote toda la vida en este
parque, he hecho mi casa de estos árboles tan negros y nuestro lecho de amor en este
banco oculto entre las sombras…
¿Cuánto sabes de mi que borras la tristeza
en suspiro?; ¿qué indagan tus ojos en mi interior que preñan mi alma de alegría
con tan sólo mirarlos?, ¿qué doctorado has hecho sobre mi cuerpo que se eriza mi
piel con una simple roce de tus dedos?...”
Cómo siempre llegas en silencio y tus
besos acallan mil cuestiones, mil dudas mil temores, no quiero que te marches
nunca, no quiero que pase este momento que comienza ahora en este instante y ya
sufro por que tiene que acabarse… Estás conmigo, ya lo se y eso basta, no
estropeo lo que tengo, cuántas veces me
los has dicho que mi reino es este banco y tú perteneces a otra Corte, no
lejana de este Parque.
Cómo
siempre te entrelazas en mis brazo y en
tu boca reverberan los latidos de tu pecho,
no hay preliminares que se precien, ni modismos que guardemos… cómo
siempre la curvatura de tus piernas se acopla con las mías y atravieso raudo
con certeza, la única evidencia de tu cuerpo. Ahora gimes y exhalas el vaho de
la noche, el parque huele a vida y a tierra mojada, los pájaros lo presencian todo,
mientras dormitan en las ramas de los
árboles. Son los únicos testigos de este
amor que ha venido esta noche al mismo rincón de siempre para decime: que ya no
te queda tiempo y te tienes que marchar.
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