Hubo días del pasado
en los que se derramaba el sexo en sus rincones,
días en los que un simple cruce de miradas
sellaban pactos casuales y efímeros...
los trenes vomitaban a los andenes
oleadas de cuerpos dispuestos para el placer.
Una mirada, una sonrisa, un guiño
y la brisa aciaga del Tajo moribundo
destapaba los secretos ocultos de los hombres.
Junto al mercado da Ribeira
la carne se vendía a precio de saldo,
entre manojos de grelos y verduras
el placer se derramaba entre efluvios de purín
y aromas frescos a frutas de las colonias.
Hoy ya no queda nada de estos versos,
el tiempo y el progreso lo han borrado para siempre,
los tranvías amarillos con asientos de tablillas,
la inmundicia pestilente del mercado
y los servicios del centro de la plaza.
Verano de 1988, Cais do Sodré
Lisboa
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